RAFA FERNÁNDEZ FOTOGRAFÍA

"Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje".Henry Cartier-Bresson.BIENVENIDOS: "Creando recuerdos a través de la fotografía"...En primer lugar agradecer su visita al blog.Me gusta hacer books, retratos, bebés, de embarazos, soy un aficionado a la fotografía en esencia. Todas las fotos publicadas en este blog y sus galerías me pertenecen. Queda terminantemente prohibida la reproducción, copia, manipulación o difusión de las fotografías sin el consentimiento expreso de su titular, el cual se reserva las acciones legales pertinentes en caso de utilización no autorizada de las obras publicadas en este blog. twitter @dametono

SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ


                       

Estatua que existe en el patio de su casa natal en Sevilla.




Una de las estampitas que regalan
sus hermanas a los devotos.
Ángela Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. 
Sus padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis llegaron a mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil, aún persistente durante todo el s. XIX.


Sus padres eran—hasta la exclaustración de los religiosos en 1836—los cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma. Ella supo trasplantarlas al jardín del alma de su hija Ángela. Se dice que un día, siendo aun muy pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que enseguida adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo los altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que podía, lo pasaba en la iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las chiquillas".

Casa natal de Santa Ángela
Por carecer de recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. 

Ángela trabaja desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en un taller de calzado trabajó durante algún tiempo como zapatera. 

De 1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita. En 1865 se cierne una oleada de cólera sobre Sevilla que azota a las familias pobres hacinadas en los "corrales de vecindad". Ángela se multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños castigados tan duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja". Cuenta ahora con diecinueve años.

Quiso entrar en las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque no la admitieron por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del convento en su cuerpo menudo y débil. 

Una de las estampitas que regalan
sus hermanas a los devotos.
Después ingresó en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de salir del convento al enfermar. Viendo que no podía ser monja en el convento, se dijo a si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos. Un billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que "María de los Ángeles Guerrero, a los pies de Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera. Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en ella junto a Jesús. De ahora en adelante se llamará Ángela de la Cruz.

Ángela comienza a afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre con los pobres".
En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta: formar la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.

Ángela ha encontrado tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria franciscana "pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con los pobres le está pidiendo; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes pobres, sencillas y buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento": un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de asistencia a los necesitados a lo largo del día y de la noche. Poco después se trasladan al número 8 de la calle Hombre de Piedra, y comienzan a adquirir notable consistencia en el clima religioso de Sevilla. Estrenan hábito y sus compañeras comienzan a llamarle "Madre", cuando aún no se ha borrado de su rostro la primavera de la niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones, fieles a la causa de los pobres, consiguen obtener en 1876 la admisión y bendición del Cardenal Spinola. 

Todo el resto de su vida estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero también por la felicidad de quien se siente "luz en el mundo mostrando una razón para vivir". La Compañía va a crecer, y con ella el agradecimiento del pueblo sevillano y de todos los rincones de Andalucía a donde llega el espíritu de Sor Ángela.

La siguen bastantes jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela y seguir su mismo genero de vida. Todos caben en sus casas. La austeridad será nota distintiva de sus casas. Roma da aprobación a su Obra. 

El Ayuntamiento republicano de Sevilla celebra sesión extraordinaria tras Su fallecimiento para dar carácter oficial a los elogios dé Sor Ángela. 
El alcalde pone a votación que se cambie el nombre de la calle Alcázares por Sor Ángela de la Cruz. 

El Papa Juan Pablo la beatificó en Sevilla el 5 de noviembre de 1982, proclamándola Santa el 4 de mayo de 2003. 
  
Uno de los azulejos que están colocados en la fachada de Su casa natal.
Éste conmemora su BEATIFICACIÓN




Uno de los azulejos que están colocados en la fachada de Su casa natal,
éste conmemora su CANONIZACIÓN.

Murió con las manos llenas de amor, pero vacías de entregar a los demás su vida hecha dulzura, milagro cotidiano de luz. A las tres menos veinte de la madrugada del día 2 de marzo de 1932 alzó el busto, levantó los brazos hacia el cielo, abrió los ojos, esbozó una dulce sonrisa, suspiró tres veces y se apagó para siempre. El día 28 de julio del anterior año había perdido el habla. Sus últimas palabras habían sido: "No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera......"


Monumento en el patio de Su casa natal, Sevilla.

EXTRACTO DE LA HOMILÍA DE JUAN PABLO II 
Durante la misa de Su Beatificación 
(Sevilla, 5-XI-1982)
Queridos hermanos y hermanas:
1. Hoy tengo la dicha de encontrarme por vez primera bajo el cielo de Andalucía (...).
2. En este marco sevillano, envuelto como vuestros patios por la "fragancia rural" de Andalucía, vengo a encontrar a las gentes del campo de España. Y lo hago poniendo ante su vista una humilde hija del pueblo, tan cercana a este ambiente por su origen y su obra. Por eso he querido dejaros un regalo precioso, glorificando aquí a sor Ángela de la Cruz.
Hemos oído las palabras del Profeta Isaías que invita a partir el pan con el hambriento, albergar al pobre, vestir al desnudo, y no volver el rostro ante el hermano  porque “cuando des tu pan al hambriento y sacies el alma indigente, brillará tu luz en la oscuridad, y tus tinieblas serán cual mediodía”.
Parecería que las palabras del Profeta se refieren directamente a sor Ángela de la Cruz: cuando ejercita heroicamente la caridad con los necesitados de pan, de vestido, de amor; y cuando, como sucede hoy, ese ejercicio heroico de la caridad hace brillar su luz en los altares, como ejemplo para todos los cristianos.
Sé que la nueva Beata es considerada un tesoro común de todos los andaluces, por encima de cualquier división social, económica, política. Su secreto, la raíz de donde nacen sus ejemplares actos de amor, está expresado en las palabras del Evangelio que acabamos de escuchar: «El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará».
Ella se llamaba Ángela de la Cruz. Como si quisiera decir que, según las palabras de Cristo, ha tomado su cruz para seguirlo. La nueva Beata entendió perfectamente esta ciencia de la cruz, y la expuso a sus hijas con una a imagen de gran fuerza plástica. Imagina que sobre el monte Calvario existe, junto al Señor clavado en la cruz, otra cruz «a la misma altura, no a la mano derecha ni a la izquierda, sino en frente y muy cerca». Esta cruz vacía la quieren ocupar sor Ángela y sus hermanas, que desean «verse crucificadas frente al Señor», con «pobreza, desprendimiento y santa humildad».
Unidas al sacrificio de Cristo, sor Ángela y sus hermanas podrán realizar el testimonio del amor a los necesitados.
En efecto, la renuncia de los bienes terrenos y la distancia de cualquier interés personal, colocó a sor Ángela en aquella actitud ideal de servicio, que gráficamente define llamándose «expropiada para utilidad pública». De algún modo pertenece ya a los demás, como Cristo nuestro Hermano.
El ejercicio heroico de la caridad al servicio de los pobres más pobres
La existencia austera, crucificada, de las Hermanas de la Cruz, nace también de su unión al misterio redentor de Jesucristo. No pretenden dejarse morir vacíamente de hambre o de frío; son testigos del Señor, por nosotros muerto y resucitado. Así el misterio cristiano se cumple perfectamente en sor Ángela de la Cruz, que aparece «inmersa en alegría pascual». Esa alegría dejada como testamento a sus hijas y que todos admiráis en ellas. Porque la penitencia es ejercida como renuncia del propio placer, para estar disponibles al servicio del prójimo; ello supone una gran reserva de fe, para inmolarse sonriendo, sin pasar factura, quitando importancia al sacrificio propio.
3. Sor Ángela de la Cruz, fiel al ejemplo de pobreza de Cristo, puso su instituto al servicio de los pobres más pobres, los desheredados, los marginados. Quiso que la Compañía de la Cruz estuviera instalada «dentro de la pobreza», no ayudando desde fuera, sino viviendo las condiciones existenciales propias de los pobres. Sor Ángela piensa que ella y sus hijas pertenecen a la clase de los trabajadores, de los humildes, de los necesitados, «son mendigas que todo lo reciben de limosna».
La pobreza de la Compañía de la Cruz no es puramente contemplativa, les sirve a las hermanas de plataforma dinámica para un trabajo asistencial con trabajadores, familias sin techo, enfermos, pobres de solemnidad, pobres vergonzantes, niñas huérfanas o sin escuela, adultas analfabetas. A cada persona intentan proporcionarle lo que necesite: dinero, casa, instrucción, vestidos, medicinas; y todo, siempre, servido con amor. Los medios que utilizan son su trabajo personal, y pedir limosna a quienes puedan darla.
De este modo, sor Ángela estableció un vínculo, un puente desde los necesitados a los poderosos, de los pobres a los ricos. Evidentemente, ella no puede resolver los conflictos políticos ni los desequilibrios económicos. Su tarea significa una "caridad de urgencia", por encima de toda división, llevando ayuda a quien la necesite. Pide en nombre de Cristo, y da en nombre de Cristo. La suya es aquella caridad cantada por el Apóstol Pablo en su primera Carta a los Corintios: «Paciente, benigna..., no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal..., todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”.
4. Esta acción testimonial y caritativa de sor Ángela, ejerció una influencia benéfica más allá de la periferia de las grandes capitales, y se difundió inmediatamente por el ámbito rural. No podía ser menos, ya que a lo largo del último tercio del siglo XIX, cuando sor Ángela funda su instituto, la región andaluza ha visto fracasar sus conatos de industrialización y queda sujeta a modos de vida mayoritariamente rurales.
La doctrina de la Iglesia sobre la justicia social en defensa del hombre del campo
Muchos hombres y mujeres del campo acuden sin éxito a la ciudad, buscando un puesto de trabajo estable y bien remunerado. La misma sor Ángela es hija de padre y madre venidos a Sevilla desde pueblos pequeños, para establecerse en la ciudad. Aquí trabajará durante unos años en un taller de zapatería.
También la Compañía de la Cruz se nutre mayoritariamente de mujeres vinculadas a familias campesinas, en sintonía perfecta con la sencilla gente del pueblo, y conserva los rasgos característicos de origen. Sus conventos son pobrecitos, pero muy limpios; y están amueblados con los útiles característicos de las viviendas humildes de los labriegos.
En vida de la Fundadora, las hermanas abren casa en nueve pueblos de la provincia de Sevilla, cuatro en la de Huelva, tres en Jaén, dos en Málaga y una en Cádiz. Y su acción en la periferia de las capitales se despliega entre familias campesinas frecuentemente recién venidas del campo y asentadas en habitaciones miserables, sin los imprescindibles medios para afrontar una enfermedad, el paro, o la escasez de alimentos y de ropa.
5. Hoy, el mundo rural de sor Ángela de la Cruz ha presenciado la transformación de las sociedades agrarias en sociedades industriales, a veces con un éxito impresionante. Pero este atractivo del horizonte industrial, ha provocado de rechazo un cierto desprecio hacia el campo, «hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura el sentimiento de ser socialmente unos marginados, y acelerar en ellos el fenómeno de la fuga masiva del campo a la ciudad, desgraciadamente hacia condiciones de vida todavía más deshumanizadoras»
7. Queridos andaluces y españoles todos: La figura de la nueva Beata se alza ante nosotros con toda su ejemplaridad y cercanía al hombre, sobre todo al humilde y del mundo rural. Su ejemplo es una prueba permanente de esa caridad que no.
Ella sigue presente entre sus gentes con el testimonio de su amor. De ese amor que es su tesoro en la eterna comunión de los Santos, que se realiza por el amor y en el amor.
El Papa que ha beatificado hoy a sor Ángela de la Cruz, confirma en nombre de la Iglesia la respuesta de amor fiel que ella dio a Cristo. Y a la vez se hace eco de la respuesta que Cristo mismo da a la vida de su sierva: «El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras».
Hoy veneramos este misterio de la venida de Cristo, que premia a sor Ángela «según sus obras».
Publicado en L'Osservatore Romano

                                                       

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